La masterización tiene como fin la mejora de la calidad de sonido de tus temas, haciéndolos más coherentes en cuanto a nivel y color. No está destinado a arreglar los errores de las mezclas y no pretende cambiar el sonido de forma radical, sino mejorarlo.
Aunque la mayoría piensa que la masterización es un proceso más o menos reciente y que se lleva aplicando desde que se utilizan los ordenadores para grabar, se ha hecho siempre, aunque no tuviera un nombre específico.
En el canal master de la mesa analógica se insertaban procesadores (compresores, ecualizadores, enfatizadores) al mismo tiempo que se mezclaba. Es decir, se hacía a la vez que la mezcla, pero si te pasabas o te quedabas corto con algún proceso, tenías que repetir la mezcla entera.
Con la llegada de la digitalización del audio y grabación en ordenador, este proceso se separó y amplió con muchas más opciones de procesamiento.
Mucha gente se cree que la Masterización es lo más importante y que se puede hacer de todo. No nos engañemos, es el último proceso y la mezcla ya está hecha; con lo que los volúmenes y ecualizaciones individuales no las podremos variar. Se puede hacer algún “truco” pero no cambiar las proporciones de la mezcla.
En los últimos años se ha producido una carrera desmesurada de volumen. Todos quieren que su disco suene lo más alto posible, pues confundimos calidad de sonido con volumen. Pero llevamos ya varios años en el límite. Al comprimirlo y limitarlo tanto, suena con mucha menos dinámica, más “apelotonado” e incluso con saturaciones digitales. Con procesadores de válvulas y plugins actuales, podemos conseguir volúmenes bastante altos sin renunciar a la calidad y dinámica.
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